Cuando muere un ser querido cristiano, celebramos esa muerte como una victoria —la victoria de Dios. La decisión de Dios de llevar a un creyente a casa siempre es perfectamente justa y oportuna. Esta transcripción editada proporciona consuelo de las Escrituras y la tranquilidad de que Jesucristo mismo ha proporcionado la victoria sobre la muerte.